Nuestra Historia
Somos Eligio Rodríguez Joyeros, una de las joyerías con mayor trayectoria de todo Ourense.
Nuestra historia tiene que ver con tres generaciones que han querido mantener la tradición y el cariño por esta milenaria profesión que es la joyería. El negocio comienza con la apertura de la joyería Cid en los bajos de la catedral en el año 1863. Por lo que posiblemente es a día de hoy el establecimiento del ramo de la joyería más antiguo de Galicia.
El primer protagonista de la familia, Eligio Rodríguez González, empieza su andadura como aprendiz y empleado en 1910. Así se genera, con el paso de los años, una entrega total y absoluta a la profesión, convirtiéndose en jefe de taller para, posteriormente, hacerse cargo del negocio.
En los años cincuenta se incorpora al negocio familiar Antonio Rodríguez Lorenzo, segundo hijo de don Eligio y segundo protagonista de la saga joyera. Don Antonio revaloriza la joyería de la catedral comprando marcas nuevas y dándole un giro definitivo a la empresa.
Las coincidencias en esta historia hacen que justo un siglo después de que naciese la Joyería Cid, es decir, en 1963, este mismo protagonista abra la firma Eligio Rodríguez, S.L. en la calle de Santo Domingo, decisión considerada en su día por gente de su entorno como un pequeño suicidio comercial, ya que en esos años el centro ourensano seguía girando en torno a la catedral.
En poco tiempo la calle se convertiría en la dinámica calle comercial que es hoy, nexo de unión entre San Lázaro y el casco antiguo ourensano.
La firma Eligio Rodríguez SL nació un siglo después de su fundación
Gracias a la labor de don Antonio al frente de la joyería, Eligio Rodríguez Joyeros alcanza su auge en las décadas de los 70, 80 y 90, convirtiéndose en un referente del sector en Ourense e imprimiendo prestigio, calidad y profesionalidad al negocio.
En la década de los 90, el tercer protagonista, Antonio Rodríguez de la Torre, cuarto hijo de don Antonio, aparece en escena trabajando con su padre hasta el fallecimiento de este en 2001, momento en el que se hace cargo del negocio representando a la tercera generación de esta emblemática y tradicional joyería.
A finales de 2001 se abre el establecimiento que la firma posee hoy manteniendo el número 41 de la calle Santo Domingo con un local completamente nuevo.
El resultado de las obras dio lugar a una joyería moderna y elegante, de aire distinguido y acogedor, que utiliza madera de wengué y altos techos oscuros en los 300 metros cuadrados y que además alberga los mostradores originales procedentes del primer establecimiento, pero adaptados a la decoración actual.
Con la reforma, la joyería consigue crear un ambiente propicio para una elección cuidadosa.
Actualmente no podemos aventurarnos a afirmar que una cuarta generación continuará esta saga de joyeros, pues los que podrían llegar a componerla (que son Lucía, Sergio y Alba) crecen ajenos a todo. Mientras, su padre Antonio continúa su andadura en esta emblemática empresa.